“Dios creó hombres fuertes y débiles, el jiu jitsu los igualó”, es una frase de Helio Gracie, considerado uno de los fundadores del Brazilian Jiu Jitsu. Describe, precisamente, como este deporte puede ayudar a las personas a salir de una situación de “peligro”.
Por: Natalia Delgado
El juego se trata, básicamente, de llevar a tu oponente al suelo por medio de derribos y “finalizarlo”. Para esto, existen múltiples técnicas de inmovilización, estrangulamientos y luxaciones de extremidades. Usas todo el cuerpo, y las técnicas están diseñadas para que el peso y el tamaño de tu oponente sean una ventaja más al momento de ganar tu lucha.
Al principio moverse en el tatami (suelo de goma) es como aprender a caminar, el cuerpo está rígido y hasta los movimientos para entrar en calor parecen complejos, las caderas pesan, el cuerpo pesa. Encontrar el equilibrio propio es el primer desafío.
Primera lección
“Galera, vamos a calentar un poco. Rol hacia adelante y hacia atrás, después quiero que hagan fuga de cuadril…”. Fue la primer indicación que recibí el día que me envicié con este deporte. Rolar es hacer una vuelta carnero sobre los hombros, primero del lado derecho, luego izquierdo. Eso salió fácil.
La “fuga de cuadril” me costó, especialmente por que sentí que me pesaba la cola. Se trata de apoyar el hombro y el pie del mismo lado del cuerpo, y tirar la cadera hacia atrás, creando un desplazamiento. Tiempo después entendí que esos gestos con el cuerpo son unas de las tantas técnicas de escape en una posición de lucha.
“Vení a mi guardia”, me dijo el profe, que estaba acostado boca arriba con las piernas abiertas, el resto de los compañeros se sentó en ronda y observó. Me acerqué sin imaginar lo que venía después. Caminé arrodillada hacia él y me atrapó con sus piernas, quedé de frente y escuché. “Hoy vamos practicar un poco de guillotina, algo fácil y efectivo”, dijo.
Acercó mi cuerpo con sus piernas, envolvió mi cabeza con su brazo izquierdo y con la otra agarró la mano que estaba por abajo de mi cuello. Fue la primera vez que me “estrangularon”. Con el tiempo aprendí que esa técnica, como tantas otras te “hacen dormir” en cuestión de segundos.
Pasaron tres semanas de entrenamiento hasta que me animé a luchar. No había chicas, así que me tocó probar suerte con un compañero. Al principio “tapeaba” (me rendía) fácil, hasta que empecé a armar mi propio juego. Un día finalicé a uno, logré estrangularlo con un “mata león”. Sentí que él no me dio ventaja, eso me motivó aún más.
Con el paso de los meses me acostumbré a luchar con hombres, la mayoría más grandes y fuertes. Mi profe me preguntó como me sentía en los entrenamientos, le conté lo mucho que me gustaba y el desafío que sentía en cada clase. Me sugirió que busque y mire luchas femeninas en Youtube. Poco tiempo después, la decisión de empezar a competir ya estaba tomada.
El Jiu Jitsu salva
Siempre entrené por pasión, pero un día el Jiu Jitsu me salvó la vida. Un hombre me atacó con un cuchillo y por inercia, reaccioné, apliqué las técnicas que sabía y pude escapar. También supe de otras practicantes que fueron agredidas en la calle y lograron defenderse.
Pasaron 7 años desde que conocí este deporte. Cambió mi cuerpo, mi mente y mi carácter. Todas las chicas deberían animarse a probarlo. Es un arte marcial en ascenso para las mujeres en Paraguay y están disponibles academias en Asunción y Central, como también en otros departamentos del país. Basta con poner “Jiu Jitsu” en Google Maps y ver el gimnasio que te queda más cerca. ¿Te animás?
VERSUS

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