A principios del siglo pasado, yacía en la costa occidental de lo que hoy es Turquía una ciudad mayoritariamente griega bañada por el mar Mediterráneo.

Esmirna era una próspera urbe donde los turcos eran minoría y representaban menos de un tercio de la población, frente a una mayoría griega y cristiana. Ambos grupos convivían con comunidades más pequeñas de armenios y judíos.

En ese entonces sus habitantes ignoraban que la multiculturalidad que caracterizaba la metrópolis dejaría de existir un par de décadas después y que aquella ciudad milenaria pasaría a llamarse İzmir, la traducción turca del nombre griego original.

En agosto de 1922, tras ganar la batalla final de Dumlupinar de la Guerra greco-turca, el ejército de Mustafa Kemal Atatürk -considerado como «el padre de la Turquía moderna»-, dio un paso más hacia el objetivo de disminuir la influencia helénica en Anatolia (ahora Turquía).

La batalla de Dumlupinar, además de marcar el final del sangriento conflicto que se extendió de 1919 a 1922, representó el principio del fin de la presencia griega en Asia Menor.

Al sacar al ejército del entonces reino de Grecia, Atatürk también comenzó a expulsar a una gran cantidad de griegos étnicos, algo que luego se institucionalizó y se denominó «el intercambio de poblaciones entre Grecia y Turquía».

Mediante este intercambio de población estipulado en el Tratado de Lausana de 1923, cerca de 1,5 millones de cristianos ortodoxos griegos -muchos de los cuales nunca habían vivido fuera de Turquía- fueron expulsados de este país y un número menor de musulmanes fue deportado de Grecia a territorio turco.

La quema de Esmirna

Uno de los episodios más oscuros de lo que algunos denominan controvertidamente «el genocidio griego» fue la quema de Esmirna, que sucedió poco después.

«Fue el golpe más grande que ha sufrido el helenismo y uno de los más grandes para el cristianismo», le dice a BBC Mundo Vasilios Meichanetsidis, coautor del libro «The Genocide of the Ottoman Greeks» (El genocidio de los otomanos griegos), un análisis sobre la «campaña de exterminio» de los cristianos de Asia Menor «patrocinada por el Estado»

Meichanetsidis asegura que la quema de Esmirna fue un golpe incluso más potente que la caída de Constantinopla, porque con ella «el helenismo y el cristianismo fueron exterminados» del Imperio Otomano «por completo y para siempre».

El incendio comenzó la tarde del 13 de septiembre, -cuatro días después de que el ejército de Atatürk entrara en Esmirna tras el retiro de las tropas griegas-, en el barrio armenio de la ciudad (que ahora se le llama Basmane) y se extendió rápidamente debido al fuerte viento que soplaba aquel día.

Además, según los historiadores, las autoridades hicieron muy pocos esfuerzos para apagar las feroces llamas.

La destrucción del barrio griego y el armenio

«Una de las primeras personas en notar el comienzo del fuego fue Minnie Mills (…) Ella acababa de terminar su almuerzo cuando notó que uno de los edificios vecinos estaba en llamas. Se puso de pie para mirar más de cerca y se sorprendió por lo que presenció», señala el historiador británico Giles Milton en su libro «Paradise Lost: Smyrna 1922» (Paraíso perdido: Esmirna 1922).

Minnie Mills, quien era directora del Instituto Americano para Niñas de la ciudad, le contó al autor que vio a un oficial turco entrar a una casa con pequeñas latas de petróleo o gasolina y que poco después la casa estaba en llamas.

Ella no fue la única testigo del instituto: «Nuestros maestros y niñas vieron a los turcos con uniformes de soldados normales y algunos con uniformes de oficiales. Usaron palos largos con trapos en la punta que sumergieron en una lata con un líquido y que luego llevaron a las casas que poco después resultaron quemadas «, afirmó Mills.

Al día siguiente del inicio del incendio, miles de refugiados se agolparon en el muelle del paseo marítimo de Esmirna buscando refugio en una ciudad que estaba en llamas.

Según los historiadores, el calor del fuego era tan intenso que a muchos les preocupaba que los refugiados murieran.

«Durante toda la mañana se pudo ver el resplandor y luego las llamas de la ardiente Esmirna», relata el teniente estadounidense Aaron Stanton Merrill en el libro «Fires of Hatred» (Fuegos de odio) de Norman Naimark.

«Llegamos aproximadamente una hora antes del amanecer y la escena era indescriptible. La ciudad entera estaba en llamas (…) Miles de refugiados sin hogar iban y venían en el muelle abrasador, presos del pánico hasta el punto de la locura. Era doloroso escuchar los gritos desgarradores de las mujeres y los niños».

El incendio duró nueve días y destruyó completamente los barrios habitados por griegos y armenios; el sector musulmán y el judío no sufrieron daños.

Existen diferentes relatos e informes que difieren sobre quiénes fueron los responsables del incendio.

Pero hoy, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que los soldados turcos prendieron fuego a hogares y negocios griegos y armenios. Algunas fuentes proturcas sostienen que fueron los griegos y armenios que prendieron fuego en sus propios barrios para dañar la reputación turca.

«La ciudad tenía que quemarse»

«Hay controversia sobre el tema, pero la mayoría de los historiadores, ya sean occidentales, griegos e incluso turcos, ahora admiten que fueros las tropas de Atatürk. De acuerdo con la ideología turca de la época, la ciudad tenía que quemarse», asegura Vasilios Meichanetsidis.

«Los turcos estaban determinados a crear un Estado moderno turco, donde no hubiera minorías, sino que todos serían turcos, turcos musulmanes. Incluso los kurdos vivieron ese proceso de «turqueización» dentro de esa idea nacionalista» prosigue.

El Otomano era un imperio cosmopolita, multiétnico y multireligioso y para muchos «kemalistas» (como se les llamaba a los seguidores de Kemal Atatürk) esa fue una de las causas de su desmembramiento.

La idea de Atatürk era convencer a todas esas etnias y grupos religiosos diferentes de que siguieran formando parte de la República Turca bajo el concepto de que había solamente una etnia en el sentido cívico de la palabra, refiriéndose a la «turqueidad»: la calidad de ser turco.

Según Meichanetsidis, la quema de ciudades y de pueblos ya había estado pasando en Anatolia durante 10 años.

«Los turcos solían llegar a estos lugares, masacraban a los armenios o a los griegos que encontraban y luego quemaban el lugar para evitar que ningún refugiado pudiera regresar».

Antes de su quema, Esmirna era una de las ciudades más cosmopolitas del Imperio Otomano, con habitantes griegos, armenios, levantinos, judíos, otomanos turcos, ingleses, estadounidenses y franceses, entre otras nacionalidades.

Era una ciudad que ya no tenía cabida dentro de la Turquía que estaba por nacer.

Durante más de 3.000 años, los griegos habían vivido en el territorio de lo que hoy es Turquía y hasta los últimos días del Imperio Otomano todavía existía una importante comunidad helénica que dominaba gran parte del comercio en Asia Menor.

El proceso para «turqueizar» e islamizar una ciudad del tamaño de Esmirna no era para nada fácil. Sin embargo, la guerra greco-turca les dio una oportunidad de oro a los kemalistas.

La herencia griega: desaparecida o transformada

Se estima que antes de la quema de Esmirna cerca de 2 millones de griegos hacían vida en Anatolia.

Pero tras el incendio y especialmente después del intercambio de poblaciones en 1923 y los Disturbios de Estambul de 1955, la población griega se redujo dramáticamente.

«Actualmente hay menos de 2.000 en todo el país. En Esmirna hay unos pocos que se han instalado en la ciudad recientemente. Después de los eventos de 1922, a los griegos se les hizo difícil quedarse en Esmirna», detalla el historiador Vasilios Meichanetsidis.

Muchos monumentos y recordatorios de la herencia que dejaron los griegos en Turquía han desaparecido o han sido transformados con el paso del tiempo.

«Hoy quedan muy pocos recordatorios del pasado griego en Turquía, sobre todo en Esmirna, porque el incendio devoró todo el barrio de la comunidad en esa ciudad»

BBCMUNDO

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